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Gestionando la Colección del Futuro

Gestionando la Colección del Futuro

Estamos en un mundo global donde los límites geográficos se desdibujan. 

Acaso el futuro se encuentre hoy, más cerca que el pasado.

Hoy es 14 de agosto de 2026. Me encuentro catalogando una colección compuesta por diversas obras: pinturas, esculturas, grabados, arte digital, experiencias virtuales, papeles y documentos digitales, entre otros formatos. Muchos, en base a sus gemelos digitales. Ya hace unos años que esta técnica nos permite simular y predecir situaciones que podrían suceder ante diferentes escenarios. 

Los gemelos digitales son réplicas virtuales de un objeto físico. Los gemelos digitales se utilizan para simular o predecir situaciones en el mundo real. Generalmente conectados a su gemelo real, del cual obtienen información con la misión de monitorear, controlar, simular y optimizar a través de técnicas de aprendizaje automático. Fue la NASA quien adoptó por primera vez el concepto de gemelo digital en 2010, con el fin de mantener y reparar sistemas que se encontraban remotos.

En 2026 vivimos una realidad mixta, una realidad complementada con el metaverso y con herramientas como IA, RV, AR, IoT*. Si bien todas ellas están disponibles desde hace años, hoy son de uso frecuente, casi como era Whatsapp en aquel entonces.

El metaverso rompe hoy las barreras geográficas, y nos ha creado un nuevo ámbito de encuentro y de trabajo. Ya no necesitamos escribir o grabar un mensaje para comunicarnos. Usando el casco podemos comunicarnos instantáneamente con cualquier contacto agendado, tan sólo mencionando su nombre.

El metaverso nos permite trabajar colaborativamente y de manera híbrida en un mismo espacio junto a colegas que físicamente se encuentran remotos.

El Metaverso es un Universo en el ciberespacio, como una experiencia online colaborativa donde convergen el mundo real, AR y VR. Si bien el término fue creado en 1992 por Neal Stephenson en su novela Snow Crash, se popularizó  en 2021 por el anuncio de Mark Zuckerberg, CEO de Facebook, quien dijo estar trabajando en ésta realidad paralela con la expectativa de compartir reuniones de trabajo, oficinas virtuales, conciertos, juegos, tiendas, otros.  Hoy en 2026, el metaverso es un universo virtual, acaso la evolución de internet, sin horarios de cierre, donde podemos vernos inmersos en experiencias colaborativas.

Cada jornada nos organizamos con el equipo de Conservación del Museo para encontrarnos en un taller diferente, con gente diferente. Las distancias ya no son fronteras. Algunos estamos ahí físicamente, otros  teletransportados mediante su holograma.

 Nos sentamos a una misma mesa e intercambiamos ideas. Cuando algún trabajo de restauración nos genera dudas, reducimos el riesgo realizando pruebas sobre la pieza que hemos construido digital -> el gemelo digital

Cuando miro atrás, me sorprendo por cómo trabajábamos. Cuánto conocimiento concentraba cada uno cuando mayormente interactuábamos con equipos de trabajo locales.

Muchos de estos trabajos los solventamos hoy, en 2026, a través de nfts. Los NFTs (Tokens no fungibles), nacieron hace años con el objetivo de otorgar “escasez” e identidad a archivos digitalesLos NFTs tomaron popularidad al lograr monetizar estos archivos. Así fue como luego dieron lugar a la oportunidad de acuñar “momentos” registrados en un video o en cualquier otro tipo de archivo digital, sucesos en redes sociales, y otros. Hoy día, gran cantidad de obras digitales, e incluso físicas, se encuentran tokenizadas. Tokenizar es el proceso de certificar la propiedad de un ítem con NFT.

 Los museos son hoy espacios de omnicanalidad. Así como los museos se han expandido a las calles, los palieres de las viviendas y los comercios, se han expandido también a la virtualidad. Por un lado son espacios virtuales sin horario, abiertos para visitar en cualquier momento. Espacios donde no existe la sala cerrada por preparación.

Las visitas son hoy experiencias inmersivas. No sólo cada colección se encuentra completa, sino que los visitantes pueden interactuar con los objetos.

Los museos físicos, en cambio, son sólo para quienes se encuentran físicamente cerca. Son lugares preciados, templos donde nos seguimos sorprendiendo al ver la pieza física colgada en una pared.

 Ya desde hace varios años que cada sector del museo físico cuenta con sensores de temperatura y humedad que escriben las mediciones en la blockchain, donde cualquiera puede consultar. De esta manera la información de conservación de obras de arte que pertenecen al dominio público, se democratiza. Cualquier persona interesada puede consultar en tiempo real si la obra está siendo preservada en las condiciones necesarias.  La blockchain es como una gran Escribanía digital. Por la naturaleza de su tecnología, todo dato escrito en la blockchain se presume confiable.

Al mismo tiempo, éstos sensores nutren con información a los gemelos digitales, para que éstos adviertan sobre situaciones que podrían suceder a sus pares reales. Los sensores suben la información a la nube, y desde ahí los conservadores son advertidos en tiempo real cuando los parámetros están fuera de los valores deseados. De esta manera, se previenen deterioros por cambios bruscos de temperatura, humedad, y siniestros mayores.

Los museos además cuentan desde hace años con antenas RFID en los accesos a las salas y reservas. Cada pieza cuenta además con un tag RFID que conversa con dichos portales. De esta manera, cuando una obra atraviesa un portal, su movimiento queda registrado en el sistema de gestión. Así es como contamos con un historial de movimientos por objeto de la colección.

En algunos museos se configuran niveles de autorización, de manera que si una pieza es movida de una sala por alguien sin permiso, automáticamente se toma una fotografía y da aviso a la guardia.

La tecnología RFID no sólo permite registrar movimientos automáticamente, sino que con un scanner manual nos permite encontrar la obra por más que se encuentre dentro de una caja, o sin necesidad de mover otras piezas que se encuentren en el camino. También nos permite registrar los trabajos realizados sin necesidad de re-escribirlos.

La tecnología RFID no es nueva en 2021. Si bien existe hace más de 10 años, hoy se encuentra en su punto de madurez, con precios y costo de implementación accesibles.

Es la misma tecnología que usamos para los peajes, que fue evolucionando de tags activos, a pila que hoy se convirtieron en una simple etiqueta (tags pasivos).

 Volviendo al 2021, la tecnología brinda muchas posibilidades para potenciar la manera de resolver situaciones cotidianas. Pueden considerarse como soluciones estancas, o bien pensarse de manera trasversal, atravesando a las instituciones nacidas no-digitales, reformulándolas y habilitando el trabajo colaborativo.

Por eso cuando más sentido tienen es estando coordinadas a través de un sistema de gestión que permita a quienes trabajan en una colección compartir la información y colaborar, un sistema donde poner en valor al otro gran activo de una colección: la información.

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